viernes, 30 de noviembre de 2007

GORILA

...Era inevitable. La guerra verbal, de incalculables consecuencias, entre los presidentes Hugo Chávez y Alvaro Uribe era el colofón previsible de un desatino monumental: el haber confiado un asunto tan delicado como una negociación humanitaria a un energúmeno incontrolable como el dictador venezolano. La iniciativa se nutrió de la buena fe de algunos colombianos desesperados por el largo e injusto cautiverio de sus seres queridos en poder de la narcoguerrilla de las FARC. Pero, en el preciso momento en que cayó en las manos de un megalómano como Chávez, se condenó al más estrepitoso fracaso. Ahora sólo resta minimizar las pérdidas y evitar que se vayan de las manos las diferencias entre Colombia, Venezuela y el resto de la región. Colocar a Chávez al frente de un proceso humanitario o de paz, sea el que sea, es como confiarle al lobo el cuidado de las ovejas...Chávez sólo buscaba protagonismo, aumentar a sus propios ojos, y en los ojos de los latinoamericanos, su imagen de gestor de grandes proyectos continentales...De ahí su furibunda respuesta a la decisión del presidente Uribe de retirarlo como mediador porque dialogó por su cuenta con el jefe de las fuerzas armadas colombianas. Como demostrará el referendo del dos de diciembre, los venezolanos demócratas ya no saben cómo van a deshacerse del tirano que los asfixia cada día más. Los demócratas del resto de Latinoamérica, en cambio, todavía están a tiempo de frustrar sus ambiciones expansionistas. Pero no será fácil mientras algunos dirigentes continúen dejándose sobornar por los petrodólares o amedrentar por la capacidad de Chávez de armarles camorra en casa.Lo inteligente sería mantenerlo a raya y dejar que él mismo continúe aislándose, con sus desmanes y exabruptos, de la comunidad de naciones civilizadas. Esa es una importante lección que se desprende de la ruidosa ruptura entre el presidente colombiano y el gorila venezolano

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